domingo, 25 de noviembre de 2007

Texto de Humberto Constantini

En realidad sólo quería decir eso.En realidad, la vida es, pongamos por ejemplo, una manzana. Entonces, uno la mira, la toca, le hace fiestas, la besa, le habla, tal vez, hasta dibuja manzanitas imitándola. La quiere así, manzana, rica, pulposa, viva, indescifrable, sabia. Si la quieren romper, si viene un bicho, por ejemplo, un yanqui hijo de puta, para ser más precisos, a matarla, ya no se puede hablar así nomás de la manzana. Hay que matar al bicho, es necesario odiarlo, destruirlo. Es casi obligatorio decirle hijo de puta ,decirle yanqui hijo de puta todos los días, religiosamente y encontrar la manerade acabarlo.Por amor a la vida, simplemente. En realidadtal vez no me he explicado bien. Si uno tiene, pongamos por ejemplo, un amor, una cosa que le anda por la piel por todas partes. Digamos Buenos Aires, digamos, un octubre, un poema, una muchacha. O digamos la esquinade Nazca y Tequendama los domingos, a las seis de la tarde. (Estoy casi seguro de que había una esquina así en Santo Domingo, de que había un viejo, una silla, un cielo inverosímil, muchachos que volvían del fútbol, señoras apuradas, bocinas, qué se yoy tal vez, hasta un tipo solitario como yo que miraba) Si uno tiene un amor entonces, eso que le camina por la piel, decíamos, y pasa algo, ocurre, que viene el mal, la peste, una desgracia, o para no ir más lejos vienen los marines idiotas, los cretinos mascadores de chicle, odiadores de todo lo que crece y desembarcan. Entonces ya no se puede hablar así nomás, hay que matar la muerte de algún modo, hay que pelear con rabia, destruirlos, salirles al encuentro como sea y además decir, decir hijos de puta, decirlo y masticarlo y enseñarlo a los chicos como un rezo. Por amor a la vida, simplemente, me parece.

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